Post del 24 de junio del 2014.
Como lo he contado en mi post anterior, soy una madre que se
moviliza por la ciudad en los buses del Metropolitano.
Procuro siempre utilizar el sentido común y no importunar a nadie
con mi montón de instrumentos maternales: cochecito, muda de ropa, zapatillas, botella con agua, biberón con leche, dos
mantas, peine, spray para escarmenar el cabello (siempre la peino en el bus, se
me hace imposible en casa), pañitos húmedos, documentación, cuadernos, etc. En
general, mi vida urbana, mi vida urbana de madre, es bastante civilizada. No
nos metemos con nadie, nadie se mete con nosotras.
Si alguien ve que no podemos, nos ayuda. Casi siempre encuentro
una persona que se solidariza. Me atrevo a decir que incluso son más los
hombres que las mujeres quienes nos echan una mano, pero eso es tema de otro
post.
Pienso que los usuarios del #metropolitano acatan las normas, a
veces con complacencia, otras con molestia...
El verdadero problema es cuando el bus está lleno o la estación
está atestada. El nudo del relato es cuando todos están locos por llegar al
trabajo o locos por llegar a casa. Comprendo que se pongan irascibles. Lo que
no voy a comprender nunca es ese comportamiento subnormal de meterse encima del
prójimo sin importar si le pisan la cabeza.
Hoy al volver de la casa de mi madre, vine en el Expreso 3, el
cual suele estar vacío sobre las 5-6pm. Mi viaje fue normal hasta que llegué a
mi última parada; estaba reventando. Pedí permiso todo lo respetuosa que pude
(me esforcé mucho jajaja), siempre elevando un poco la voz porque hay demasiada
gente con audífonos últimamente (y parecen no escuchar). A pesar de la pequeña
pugna por pasar con mi instrumental y con mi hija dentro del coche, pasé, pero
mientras caminaba oía los cobardes murmullos de "cómo se le ocurre".
¿¿Cómo se me ocurre??
A ver...
Según la RAE, el significado que le dan a esa palabra es la de su
sexta acepción:
6. prnl. Dicho de una idea: Venirse a la mente de repente y sin
esperarla. Era u. t. c. intr.
No, no, no, no y no, a las madres no "se nos ocurre"
pasar a la 6 de la tarde por una estación de bus que está llena.
¿O qué alucinan?
"Ay, mi amor, mira la estación está repleta. Vamos a molestar
en el Metropolitano. Qué gran idea... Ah, mira, nena, la estación Las Flores,
allí vamos".
No, no vamos de paseo a la estación del Metropolitano. Sus caras
de pocos amigos no nos excitan.
No sean egocéntricos, nosotras, las madres, no vamos por ustedes,
limeños.
A quién se le ocurriría. Lo siento, guapos, a nosotras no.
Estamos ocupadísimas siendo felices con nuestros hijos,
¿entienden?
No se desquiten con nosotras. Y no me digan que necesito unos
masajes ni que me relaje. Les contaría mi vida y mi sentido de la felicidad,
pero dudo de que sus obtusas cabezas lo entiendan. Céntrense en cómo mejorar su
cerebro y su educación en vez de contarme cómo hacerlo mejor.
Por último, les voy a decir algo: no tenemos que ser pulpos para
ser buenas madres. Sé que están acostumbrados a que la madre lleve al niño en
los brazos, con el bolso que se le cae y con la colchita que se le chorrea,
pero ahora no es así. Ahora tenemos mejores herramientas, entre ellas fulares o
cochecitos.
Aquí les dejo el link para que sepan que estas historias no son
infrecuentes.
Foto y
narración de Cristina Sipion, compartidas en Bestias al Volante.
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