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Lactancia prolongada, hoy

Mi nena ahora tiene 7 años y ¡recién me animo a escribir sobre esos 3 años y medio! (y de vez en cuando 4 o 5) de lactancia. 
Siempre que escucho sobre lactancia prolongada, elevo mis banderas y digo: "Yo yo" con una especie de vanagloria que me hace reír... ahora...

Siempre que me veo como madre digo: "¡Dioses! Pensar que eras una antimadre antiteta". Desde muy joven pensé que el sacrificio que hacía mi madre no debía repetirse, y la verdad no me veo con tres hijos, pero lo admiro... ahora...

Como les dije el otro día, tener una hija ha cambiado mi visión de muchas cosas, me ha dado una apertura mental que no creía que tuviera.

Después de la cesárea y sin haber preparado mis pezones en forma adecuada (¿no les parece un poco uh???), me llevé a casa a una bebé llorona, con mucha hambre y que estaba aprendiendo a lactar.

 No fue fácil para las dos, pero yo sí pude decirlo; ella solo pudo llorarlo con todas sus fuerzas. Ahora la entiendo, en aquel momento me deprimí, pensaba que todo eso no había sido buena idea, pensaba que existía una presión terrible por dar de lactar, pensaba que no aceptaría ninguna presión. Por aquel momento en Lima no había tantos blogs de maternidad, solo las informaciones de España. Entre estas encontré esta portada de El Mundo, de octubre del 2010:




La verdad es una publicación bastante absurda, pero, sinceramente, me reconocí en la imagen (en el texto no, por dios, eso no). Allí yo dándole la vuelta la nena como un balón de rugby. "¡¡¡Vamos, Cata, vamos!!! Eres un animal, haz tu parte salvaje". Si ya era tetona, tendrían que ver mis enormes tetas asesinas comprimidas en mi hermoso 1.50 m. 

Con esas ideas tan conflictivas, insistí, insistí sin creer en la lactancia (después de todo yo solo tomé 3 meses y mi marido casi nada, éramos de la época en que las madres vieron en la leche de fórmula una gran salida); pero finalmente insistí. Ojo que también le di biberón. Mi lactancia no fue exclusiva.

Pero sigamos: los pezones se me hicieron polvo, eclosionados como rosas sangrientas; bastante doloroso, la verdad. La primera vez que la nena le dio hambre en la calle y yo tenía que sacarme la teta en público, mi madre estaba conmigo y me dijo:

Hey, la nena tiene hambre. Ya, saca.
—¿Sacar?
Sí, la teta.
—¿Por quéeee?

Yo pensaba: "Madre del amor hermoso, nooooo. Cómo me voy a sacar la teta aquí delante de toda esta gente, encima me sangra como si  me hubiera caído de tetas sobre ¡¡¡unos clavos!!!". Bueno, creo que mencioné a todos los dioses de este planeta y de todas las épocas, no se me escapó ninguno. Mi madre me dijo: 

Muerde esta toalla y da la teta.

Y yo la mordí. De solo recordar se me voltean los ojos hacia la nuca.

Desde luego la maternidad es así, pero las madres no suelen decirnos por lo que pasaron. Si trasmitiéramos esta información como los cuentos nocturnos para hacer dormir a los niños, seguro que nadie se reproduciría y ya nos hubiéramos extinguido. El humano es así, un animal que busca sobrevivir. 

EL EQUILIBRIO

Después de tres meses de heridas, lágrimas y esfuerzo, la nena aprendió a lactar, mis pezones ya estaban lo suficientemente adaptados como para no llorar, y un día nos quedamos dormidas con ese sol de la tarde nublada en Lima que tanto me fascina.

Los siguientes meses seguimos durmiendo juntos los tres. Nos enteramos de que dormir juntos se llamaba colecho... Sonaba muy bien, ¿no? Concluimos que la cuna es un trasto para meter juguetes y otras cosas, por ejemplo ella y yo:





 Desde luego, no volveríamos a comprar ninguna más, nunca más. 


Así, pasaron 3 años y medio... Teta y colecho...


DEJAR LA TETA

Dejar la teta fue muy difícil para la nena y para mí. Para ella fue, claro, dejar lo que le había acompañado a lo largo de su tiempo en la tierra. Para mí, dejarlo fue ver cómo mis tetas se hinchaban como globos (si fueran de helio seguro que mi marido me encontraba en el mar). 

En tres años tuve mastitis tres veces. Fue muy duro. Tuve una situación de incomprensión de alguna persona en mi trabajo. Esto lo recuerdo muy amargamente:

Yo trabajaba de noche y los fines de semanas. Aquella vez tenía fiebre y dolor en el pecho derecho. Mi jefe directo no estaba, con lo cual no podía acudir a él (que era increíble conmigo y mi maternidad) y tuve que acudir a al jefe de jefes. Al él no le hizo mucha gracia que yo tuviera que irme y dejarlos plantados, pero la fiebre me consumía y así me boten iba a irme. Me disgustó mucho porque allí me di cuenta de que las personas a veces no somos personas para los demás; somos una pieza de una estructura. Si fallas, generas un problema y si pasa una vez más puede que te desechen. 
Yo la verdad, adoro trabajar, sé que somos como piezas en una mecanismo, y me gusta ser parte de un todo, pero en realidad somos humanos y no hace falta ser canallas.



CONSECUENCIAS DE DAR LACTANCIA PROLONGADA

No puedo hablar de resultados o consecuencias, porque no soy una investigadora ni científica de la lactancia. Para mí fue una decisión y no puedo probar que mi hija sea más feliz ni sea más estable emocionalmente, ni tenga mejor salud que otro niño que haya tomado teta 5 meses. Lo que sí puedo decir, alto y claro, es que nosotros elegimos la lactancia prolongada y esa decisión sí nos ha emponderado; nos reímos, disfrutamos de esta, de haber tenido esa experiencia.

¿Una consecuencia física en mí? 

1. Me ha quedado una teta más grande que la otra. No es exagerado, pero allí está. Me miro en el espejo y me dijo: Hey, todas tenemos una teta más grande que otra, no seas dramática.

2. Si cojo un bebé pequeño comienzo a fabricar leche. Aún hoy, siete años después, mi cuerpo es capaz de crear alimento. A mí eso me parece simplemente maravilloso. Somos maravillosas.

3. Después de cortar la lactancia, la nena me atornillaba la teta al dormir. Ustedes sabes, ese especie de terapia en el que estás haciendo una bolita de papel crepé... 






Aún hoy al bañarme la nena me toca una teta... Tengo que gritar:


 ¡¡¡Hey!!! ¡¡Ya no eres un bebé!!






Bueno, he tratado de ser lo más objetiva posible. Yo no busco que tú des de lactar hasta que tu hijo vaya a la universidad. Solo que veas con humor algo que parece un estigma: dar pecho hasta los tres años y medio.

¡Un abrazo y qué vivan nuestras tetas!














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